Diario El Tiempo de Cuenca. Dic. 2017
Propongo a los lectores un juego: salir a la
calle a hacer de periodistas y preguntar a la gente por qué nuestro país se
llama Ecuador. Me atrevo a imaginar, sin temor, que la respuesta mayoritaria
será que es así por la línea ecuatorial que atraviesa nuestra geografía. Es lo
más fácil y evidente. Pero a veces lo más fácil y evidente no es lo verdadero,
al menos no en esta ocasión pues la respuesta es un poco más compleja que eso.
No. Nuestro país no fue bautizado así en honor a la línea.
Segunda parte del juego: a continuación
pregunte a la gente si ha escuchado sobre una misión científica francesa enviada
en el siglo dieciocho al Virreinato del Perú, concretamente a la Audiencia de
Quito, para hacer mediciones científicas inéditas. La equivalencia de hoy
serían las expediciones de la NASA. Si la respuesta es afirmativa pregunte qué
es lo que midió aquella misión. Anticipemos que la respuesta equivocada es
decir que aquella expedición midió el ecuador. No. Los académicos franceses no
midieron la línea ecuatorial. Midieron tres grados del meridiano, es decir,
establecieron el eje de su investigación de norte a sur. Por esa razón
empezaron su trabajo en la planicie de Yaruquí, al lado de Quito, y lo
terminaron en el valle de Tarqui, al lado de Cuenca. Si hubiesen medido la
curvatura de la línea ecuatorial hubiesen trabajado en el eje este oeste. Retengamos
un hecho de todo esto: al final de aquel enorme trabajo de campo aparecimos en
el mapa de una manera en la que nunca habíamos estado. Y se confirmó la teoría de Newton sobre la forma de la
tierra.
A continuación hagamos un esfuerzo de
imaginación y trasladémonos a la época de la ilustración, en plena revolución
científica y de gestación independentista de las naciones sudamericanas sobre
las cuales tendría enorme impacto la revolución francesa que también se gesta
aquellos años. Los franceses fueron recibidos entre nosotros con una mezcla de
curiosidad y desconfianza por el conservadurismo y aislamiento en el que vivía
nuestra sociedad, la cual no había logrado superar el antiguo orden colonial de
los Austria tras la sucesión de los Borbones y sus intentos de renovación del
sistema de gobierno. Las élites criollas luego tomaron conciencia de la
necesidad y posibilidad del autogobierno y el resto es historia.
La expedición, que no midió el ecuador, se hizo
conocida, de cualquier forma, como la misión que se desplazó a la región
ecuatorial del planeta para confirmar la forma de la tierra. No era necesario
medir toda la línea para sacar conclusiones. Por eso lo más fácil era llamarla
como la “misión del ecuador”, algo a lo que contribuirían las propias memorias
de los científicos que bautizaron nuestra geografía como las “tierras del
ecuador.” Hacían referencia al punto en el mapa donde hicieron sus mediciones y
no a la línea ecuatorial en su conjunto.
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