El
tenue y sutil argumento de esta película, inusual en la actual coyuntura del
cine ecuatoriano, se asienta sobre una muy pensada puesta en escena, donde la
cámara recoge de manera cuidada y exquisita cada imagen; así como sobre el trabajo
con el sonido y la banda sonora en general que, siendo perfeccionista, llega
casi a la obsesión: cada rumor o crujido, por insignificante que parezca, ha
sido puesto deliberadamente para cumplir un objetivo dentro de la estructura
dramática y narrativa del film de Tito Molina.
Acogida
con felicitaciones y palabras de elogio en distintos festivales del mundo, a
diferencia de su nombre, la película de Tito Molina hace mucho ruído del cual se
escucha su eco en la expectativa que localmente ha generado. La película muestra
una faceta desconocida y refrescante en la emergente cinematografía nacional de
ficción, acostumbrada en sus últimos estrenos a revisar el paisaje biográfico de
la niñez y adolescencia de sus distintos directores en los años 70, 80 y 90.
Surgen
preguntas en la mente del espectador conforme avanza la proyección ¿es una
historia de amor? ¿es un relato sobre la vejez, la soledad y las distintas
formas de la amistad? Las respuestas necesariamente juegan con una poética que
se impone sobre la ineludible lentitud de la historia.
La
dramaturgia interna de este relato fílmico obliga a una elección lúcida para su
puesta en escena la cual trabaja desde un concepto fundamental de la escritura
cinematográfica: el fuera de campo. Hablamos de lo que el director elige dejar
dentro de lo que vemos y oímos y, por lógica consecuencia, fuera de nuestro
campo de visión y audición. Así el mundo de la protagonista nos resulta mágicamente
más cercano y, por ende, podemos sumergirnos más fácilmente en su solitaria
existencia. Hay un momento en que el espectador impaciente no tiene más salida
que dejarse llevar y al final es algo que agradecerá.
Adicionalmente
la virtud de la película nos hace preguntarnos si estamos ante una obra de
ficción o un documental porque “Silencio…” transita hábilmente sobre el borde
de estos géneros cinematográficos. Pocas veces como esta se puede decir con
certeza que estamos ante una obra de arte.
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