Qué tiene que ver
Vizuete! Podrá decir el lector. Pobre! Sin embargo, hay nexos determinantes entre su
gestión y los resultados de Brasil 2014, sin querer por ello
exculpar la impericia de nuestros jugadores en un partido clave y
mucho menos a Reinaldo Rueda como cabeza de todo lo actuado. En
realidad, la principal responsabilidad la tiene la Federación
Ecuatoriana de Fútbol.
Me explico con algo de
historia.
Hace unos años Sixto
Vizuete, el hombre de Guaytacama, tuvo en sus manos la posibilidad de
romper el ciclo colombiano en la dirección de la selección ecuatoriana. Luego de
ganar la primera y más alta presea que un seleccionado ecuatoriano
ha alcanzado hasta el momento, el oro en los Panamericanos de Rio,
la FEF vio en este hombre sencillo el cuadro ideal para cubrir la
salida de Suárez, a quien los jugadores habían dado un golpe de
estado en el camerino. Dados los resultados que vendrían es evidente
que fue un error para todos: para la selección, para Vizuete y para
la propia Federación. Pero esta última nos tiene acostumbrados a
manejos cicateros y poco ambiciosos.
Luego del fracaso de
Sudáfrica, se convirtió en un cliché decir que la no clasificación
al mundial fue responsabilidad del técnico. Y es que en realidad no
estuvimos ahí por dos puntos. Puntos que, al igual que en el partido
contra Suiza, los perdimos por no poder controlar un partido ganado
en este caso contra Uruguay en las eliminatorias y jugando en casa.
Sin embargo, la misma
generación de futbolistas que participó en esa competencia es la
que jugó en Brasil. Y he ahí la co-responsabilidad de Vizuete pues el
no haber ido a un mundial previo implicó una pérdida enorme de
experiencia como se notó en ese primer, determinante y definitivo
partido contra Suiza. Perder un partido en los últimos cuarenta
segundos de prórroga solo se explica por falta de experiencia y
concentración. Una mezcla letal que se paga muy caro en competencias
tan cortas y exigentes como esta. Pero a su vez, esa novatada sólo es
posible superarla asistiendo a las más altas competencias una y otra
vez. Es como el animal salvaje que cae en una trampa: si sobrevive,
nunca más olvidará el olor del metal.
En conclusión, de los
cuatro mundiales del siglo XXI debimos haber ido a los cuatro. Hemos
ido a tres. No fuimos al que dirigió la selección un técnico
nacional novato que asumió sobre sus espaldas una responsabilidad
que le quedó demasiado grande y para la que no estaba preparado. Y
luego volvió de Colombia la solución cuando un técnico de esa
nacionalidad nos puso nuevamente en un mundial. Pero este último,
aunque sea un poco ingrato, nos queda debiendo, por modesto y poco
ambicioso. O como diría Enner “por demasiado buena gente” Y
¿cómo entender esa expresión dentro del camerino?
Es hora de reiventarse. O
de morir.
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