El arte que se sobreteoriza corre el riesgo de perder humanidad, es decir, de renunciar al contacto con la gente y convertirse en materia exclusiva para los iniciados, los que manejan el discurso, el “metalenguaje” así como la teoría desde el cual se elabora.
Aunque esto pueda tratarse de un “dato menor” para los artistas que buscan la trascendencia histórica a cualquier costo, no lo es en absoluto desde la perspectiva de quienes tienen la responsabilidad de generar políticas públicas para el arte, la cultura y el patrimonio porque, a fin de cuentas, no tiene sentido invertir recursos públicos y energías privadas en actividades para el provecho de unos pocos sin posible, además, beneficio de inventario.
En estricto sentido hoy en día no existe un canon único y definitivo para entender y acercarse al arte. Hay varias vías tan diversas como puntos de vista puedan haber sobre el tema. Por ejemplo, están quienes dicen que hemos regresado a una suerte de etapa modernista luego de haber atravesado y agotado el famoso posmodernismo durante los años 70, 80 y 90. Se trataría de un modernismo renovado que vuelve por sus fueros para terminar tareas inconclusas. Para otros sigue vigente el “todo vale” de las décadas señaladas.
Frente a ello, mucha gente que no tiene tiempo, ni oportunidades, ni ganas de acercarse al arte contemporáneo muchas veces se siente, además, incapaz de interpretar obras que, incluso para los muy duchos, necesitan algún tipo de traducción. Lo cierto es que, hablando del caso concreto de nuestro país, Ecuador, existe una brecha grande, importante, entre las mayorías ciudadanas y los artistas contemporáneos. Es ahí donde juega un rol central la Bienal de Cuenca que este año llega a su décimo segunda edición, con 27 años de vida, para hacer que esa experiencia del arte, normalmente lejana, se acerque a la gente de su ciudad y del país entero.
Bajo el lema de “ir para volver” una expresión de uso tan común entre nosotros, los curadores del evento, Jacopo Crivelli y Manuela Moscoso, buscan generar lecturas y recorridos desde esa idea e imagen para provocar preguntas y sorpresas en los ciudadanos, hombres, mujeres, niños y jóvenes de esta ciudad al hacer contacto con las propuestas seleccionadas. Para ello se propone un recorrido innovador que hace uso de iconos arquitectónicos patrimoniales como las cúpulas del colegio Benigno Malo, el Museo de la Medicina, el tradicional Museo de Arte Contemporáneo y otros sitios seleccionados por sus condiciones únicas, tanto históricas como estéticas.
Se encuentra todo adecuado para que la ciudad se inunde de arte y, lo más importante, sus ciudadanos se entreguen a la experiencia única de enfrentar la propia visión que tienen del mundo con la de otro ser humano que, como lo hacen los artistas serios, han pensado mucho en la forma de presentar su trabajo de tal forma que algo sienta y piense quien llega hasta el y no se vaya indiferente. No siempre se logra ese objetivo. Hay quienes son brutales y directos, otros artistas son sutiles, otros cerebrales y fríos. Cada propuesta de ellos merece ser visitada.
La Bienal de Cuenca ha abierto sus puertas una vez más y esa es una noticia que merece ser celebrada, difundida y aprovechada.
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/8702-la-bienal/
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