El
casto beso que en 1896 recibe la actriz May Irwin, de John Rice,
también actor, frente al Kinetoscopio de Edison, dando lugar a la repetición del final de una obra de teatro llamada La Viuda Jones, puede
considerarse la partida de nacimiento del erotismo en el cine. No
critiquemos y pensemos en la época victoriana de la interpretación. Si bien hoy resulta cómica, más que el beso en sí, la fruición con la que aquel señor bigotón se empeña en cubrir de muchos besos, piquitos, la cara de una señora inexpresiva que, sin voluntad aparente, “se deja hacer” (frente a la cámara naïf de aquel entonces), golpeó a la pacata sociedad neoyorquina
con la fuerza de un bombazo escandaloso.
No eran más de 18 segundos
de muchitas inofensivas, pero de alguna manera, “esos son los 50
pies de película más importantes jamás registrados”, según una nota del Independent Film Channel que ha hecho una lista de las 50
escenas de sexo más importantes de la historia, desde una perspectiva heteronormada. Esta pone a The
Kiss, la obra en mención, en el puesto 21. La número 50, según
el IFC, es obra de Larry Clark, Ken Park, donde tres
adolescentes, dos chicos y una chica, dan lugar a una perturbadora
escena de sexo crudo y desenfadado. Sólo Clark podía hacerlo. En
primer lugar de la lista aparece, para mi sorpresa y la de muchos,
una obra protagonizada por la virginal, o mejor dicho candorosa Julie
Christie junto a Donald Southerland, en sus mejores años. Es una
película de los también desenfadados años setenta llamada Don´t
look now, de Nicolas Roeg. Y digo sorpresa porque no le conocía
esas artes a doña Julie.
Eso
de “las mejores escenas de sexo en el cine”, es tema para una
conversación entretenida. No sé si llegue a mencionar 50, pero quisiera recordar algunas que sobreviven en mi inconsciente, por
alguna razón. Una particularmente perturbadora, por su belleza, es la
que protagonizan Catherine Deneuve y Susan Sarandon en The Hunger
del malogrado Tony Scott, película realizada allá por los años
ochenta y que recuerdo haber visto un par de veces en Teleamazonas al
filo de la madrugada y al filo de la cama. Es una escena de amor lésbico de las
más potentes, casi tan poderosa como la de Mulholland Drive, entre
Naomi Watts y Laura Elena Harring. David Lynch nos lleva donde jamás nos había llevado nadie, y uno solo puede dar las gracias al señor
director. Sin embargo, para escenas entre mujeres también está Bound, obra de las hermanas Wachovsky, donde la inquietante Jennifer
Tilly se despacha, muy sobria y adecuadamente, a Gina Gershon, la cual
no ofrece resistencia alguna.
Cómo
no hacer mención de la escena inicial de Betty Blue (que nada
tiene que ver con Las edades de Lulú, por ejemplo, con la
cual suele ser comparada) en la que, por la forma en la que se
resuelve el plano secuencia, en efecto tal parece está teniendo
lugar el polvo matinal entre Jean-Hughes Anglade y Béatrice Dalle.
Inolvidable. Envidiable. Tanto como la escena del huevo en El
imperio de los sentidos de Nagashi Oshima. Metafísica sexual
pura y dura.
La
escena inicial de otra película francesa, Hiroshima mon amour,
resulta también memorable. Más cálida. Y aunque a la Duras no le gustó
la adaptación de su novela El Amante, de Jean-Jacques Annaud,
aquella nos legó legendarias escenas eróticas entre el amante chino y su
novia francesa, cobijados bajo el mítico Chongón. De igual
modo, el lado siempre romanticón que le ataca a uno, como andino latino, hace
que al menos mencionemos a El lado oscuro del corazón, sobre
todo porque es lo más decente de Subiela y por la posibilidad
siempre añorada de contar con el dispositivo de la cama que
desaparece a la amante de turno. Más que erótico, artilugio
bastante útil a la hora del sueño post coito. Pura fanfarronada.
De
ahí, charco de por medio, revisamos algunas películas españolas.
Casi todas tienen su escena cachonda, para no desentonar. Entre ellas elijo varias, la escena del buzo de Átame; el cunnilingus feroz
que Miguel Bosé le propina a Victoria Abril en Tacones Lejanos; y
aquel vaivén carnal en Carne Trémula, valga la redundancia,
entre Liberto Rabal y la actriz italiana Francesca Neri. Tres al hilo de Almodóvar.
Por
su parte el también ibérico Bigas Luna como que a ratos se pasa,
pero la escena entre Penélope Cruz y Javier Bardem, cuando los dos
no eran más que unos españolitos buena onda, novatos y arrechos, en
Jamón Jamón, tiene alto vuelo y voltaje. Y aunque no lo
crean, para cerrar con las españolas, a mi Lucía y el sexo
no me hizo mella.
Mientras
que en Hollywood podemos panear desde las piernas en movimiento de Cyd
Charisse, en Cantando bajo la lluvia, expresión del inocente
erotismo de los años 40, hacia aquel suave deslizar del guante de Rita
Hayworth, en Gilda, que entonces lo era todo; pasar por los
contoneos y la falda de Marilyn, levantada por el calor del metro
sobre una rejilla caliente, hasta llegar al cruce de piernas sin nada
qué ocultar y qué temer de Sharon Stone en Basic Instinct.
Luego vendría la escena entre Billy Bob Thorton y Halle Berry en
Monster´s Ball, que lo deja frío a uno. Mejor dicho
caliente. Tan buena como choqueante y brava es la escena de sexo de
Boys don´t cry entre Hillary Swank y Chloë Sevigny. Por su
parte Mickey Rourke y Lisa Bonet, en Ángel´s Heart de Allan
Parker, están al menos nueve kilómetros y medio de distancia de
otras mutuas interpretaciones. Igual que James Spader en Sexo,
mentiras y videotapes. Sin embargo, ninguna escena alcanza la
intensidad de la que protagonizan Jack Nicholson y Jessica Lang en El
cartero siempre llama dos veces, ahí mismo sobre la mesa de
cocina de Jessica, mientras su marido ha salido a dar una vuelta.
The
Dreamers, de Bertolucci, es mucho más que una película de
adolescentes aniñados en París, precisamente por el desenfado en el
tratamiento de las escenas eróticas. Así como el sexo alcanza una
representación cuasi naturalista en Irreversible (¿antes o
después de la violación? that is the question). Y El marido de
la peluquera nos había entregado una escena erótica memorable, cuando lo hacen al estar ella asomada por la ventana. Por sólo mencionar tres en lengua francesa.
Por
su parte, en la lista del IFC en mención, también se rankean algunas
escenas gay masculinas emblemáticas, tales como el beso de los charolastras en
Y tú mamá también, sin duda uno de los giros más
sorpresivos del cine de los últimos tiempos. Así como el final de
La Ley del Deseo, con los amantes haciéndose leña.
Mientras en My Beautiful Laundrette el mohicano Daniel Day
Lewis, que hace de punk británico tipo Vanilla Ice, se despacha a su
compañero pakistaní de trabajo, con pase de champaña de boca a boca
incluido.
Podríamos
seguir. Sin embargo, en lo personal, mi sex symbol favorita es una caricatura: Betty
Boop. El personaje de dibujos animados que apareció en la
serie Talkartoon de Max Fleischer, lanzada por la Paramount
Pictures hace fu. Por su abierta sexualidad, Betty tuvo mucho éxito
en el cine, con su boop-boop-a-doop como grito de guerra. Luego, esa misma sexualidad se "suavizó" y fue censurada durante
los años 30. Sin embargo, ella permanece con la misma frescura hasta hoy. Viéndola, nuevamente, me digo que quisiera ser Roger Rabbit, aunque sea un
ratito.
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